Feliz Domingo, supo ser cita ineludible los domingos a la tarde, aunque más no sea de a ratos, mientras se tomaba un mate, se saludaba a la tía de visita o se escuchaba el desandar de la fecha, que en aquellos tiempos se jugaba íntegra en el mismo día y a la misma hora y no cuando diga Torneos y Competencias. De hecho, nadie podría estar frente a la tele casi 10 horas sin levantarse.
Fueron 28 años al aire, desde 1970 cuando adquirió su forma definitiva de programa dedicado al público estudiantil, hasta 1998, con una sola interrupción de poco más de un año, entre 1995 y 1996.
Por ese glorioso espacio pasaron varios conductores (Jorge Rossi, Pablo Codevilla, Marcelo Dos Santos, Jorge Formento, Carolina Fernández Balbi, Lisandro Carret, Marcelo "Teto" Medina, entre otros) pero sólo uno se convirtió en su marca registrada: Silvio Soldán, quien lo condujo durante 24 años, desde fines del 69, cuando se incorporó para acompañar a Orlando Marconi en el, por entonces, Domingos de mi ciudad, hasta 1994.
El ciclo, que supo llamarse "Domingos para la juventud" y "Feliz domingo para todos" llegó a medir 40 puntos de rating, y a tener emisiones de doce horas, de 10 de la mañana a 10 de la noche.
El mismo Soldán recuerda como se originó todo: "Feliz Domingo comenzó como un programa para adultos, con la conducción de Orlando Marconi y la producción de Gerardo Sofovich. Al cabo de un tiempo Gerardo se va y me llaman a mí para ocuparme de la parte más cultural del programa, porque a Orlando no le gustaban las preguntas y respuestas".
"Un día, la tranquilidad del estudio se ve conmovida por la entrada de una veintena de pibes haciendo una batahola impresionante. En ese momento entregábamos un auto usado como premio mayor, con un método parecido al actual: había una bandeja con llaves para los finalistas, que elegían una y el que abría la puerta se llevaba el coche", añade el James Bond argento.
"Al domingo siguiente vinieron dos colegios e hicieron más lío que los anteriores; Orlando decidió hablar con los chicos para preguntarles por qué habían venido, les respondieron `queremos sacarnos el auto, así hacemos una rifa, lo sorteamos y con eso nos vamos a Bariloche´. Nos dimos cuenta que ellos le daban mucha energía al programa, así que dejamos a los vejestorios de lado y así empezó Feliz Domingo para la juventud", culmina de rememorar.
Inolvidables
Innumerables latiguillos aún hoy se añoran en los domingos: "La cinta, Gonzalito"; "Treinta segundos, sin repetir y sin soplar... comenzando ya"; "Nombre y colegio"; "Feliz domingo para todos"; "Gracias a los profesores que nos cedieron las horas"; "Con la muesquita para abajo (refiriéndose a la llave que abre el cofre de la felicidad)"; "Este es un programa hecho con... amor"; "abrió, abrióooo!!!"; las súplicas hacia el jurado (el benemérito Roberto Tálice, Candial y el escribano Prato Murphy) de "los dos a la final"; el imparable scrum de abrazos tras ganar alguna prenda, los festejos de cumpleaños con las tortas del tío Aquiles, el cantito de las tribunas "pongamos todos, pongamos una luca...para comprarle a Soldán una peluca"; la "artística" musical (te voy a regalar una goma grandota, para que te borres, para que te borres).y.y.mucho más que no podrá igualar ninguna imitación que chorrea Telefé con alumnos rubios, con plata y de San Isidro.
Innumerables prendas también: Yo sé, Camino al Oscar, Fórmula goma, Los mareados, Poemas de amor, Pido la palabra, El repechaje y por supuesto el Ping Pong de Preguntas y respuestas (7 correctas.no, no llega chiquilina).
La última remake, deparó la conducción de David Kavlín y Carla Conte, empresa arriesgada teniendo en cuenta la situación hormonal de los adolescentes y la voluptuosidad de la conductora, así y todo, el fuego sagrado permaneció vivo con la inestimable colaboración del gran Silvio y una magia que siempre está latente en esa "música de los domingos", dispuesta a usarse una y otra vez, inoxidable al paso del tiempo y a la contaminación de celulares y nuevos hábitos.
Sólo basta que se eche a andar la marchita de Mores, Soldán tomando impulso desde el hombro del Escribano y la ilusión de abrir el cofre.
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